Comentario
Capítulo XXIX
De cómo Hualpaya, gobernador, se quiso alzar con el reino y matar a Huayna Capac y fue muerto, y del casamiento de Huayna Capac
Bien dijo el apóstol San Pablo, que la codicia era raíz, fuente y oriente de todos los males y pecados, pues ella pervierte y ofusca el entendimiento del hombre, para hacer cosas indebidas y que delante de los ojos del sumo Dios y de los hombres son juzgadas por feas e indignas, sin admitirse escusa. Y aunque a habido algunos que hayan dicho que por ser rey uno, y alcanzar el mando y poderío se podía permitir hiciese traición, yo no hallo razón que justamente permita una cosa tan detestable, como es intentar algo contra el supremo señor de la república, contra su rey y señor natural, en cuya protección y amparo están sus vasallos, y el que por todos vela ordinariamente y a quien naturalmente se debe difelidad, amor y reverencia. Y siendo la persona que esto trata más obligada por sangre y parentesco, por beneficios recibidos y, sobre todo, por la confianza que del tutor se hace, como al presente lo vemos en Hualpaya, pariente de Huayna Capac, su tutor y gobernador en todos sus reinos, y a quien se había puesto en su mano y poder, guardase y amparase y enseñase hasta la edad suficiente, para que tomase la administración de su estado en sí. Este, pues, olvidado de tantas obligaciones como está dicho y llevado del ciego deseo de ser absoluto señor, y aunque quizás ensoberbecido con el mando, que al presente ejercitaba, o por ventura movido del apetito de ver a un hijo que tenía, puesto en el trono real y grandeza, habiendo algunos años gobernado aquel señorío con fidelidad, atropellando las razones que le impedían hacer lo que hizo, concibió en su pensamiento alzarse y ocupar el reino. Y para poner por obra su intención perversa, lo trató con los gobernadores de algunas provincias de quien mayor confianza tenía le ayudarían, a los cuales había granjeado con dádivas y aun quizás poniéndolos en los oficios para este fin. Y así, habiéndolo concertado con todo el secreto del mundo, de diversas partes del reino se venían poco a poco hacia el Cuzco divididos, sin dar muestras de gente de guerra, ni cosa por donde se entendiese y sospechase traición ni levantamiento alguno, trayendo las armas secretamente y con gran disimulación, metidas en los cestos de coca y las lanzas en los palos de los toldos. Sin duda Hualpaya ejecutara su intento y matara a Huayna Capac y se apoderara del reino, supuesta la mano que como gobernador tenía en todo él, según lo que había ido trazando y midiendo, todo para su fin si su desventura, o por mejor decir ventura de Huayna Capac, no diera al través con sus traiciones, y desbaratara sus pensamientos, con que acaso, estando ya mucha desta gente que venía al alzamiento en Lima Tambo, nueve leguas del Cuzco, unos ladrones hurtaron unos cestos de coca, que son hojas de árboles que plantan por aprovecharse della, que en su adversidades y trabajos, comiéndolo les es de sumo contento y alivio, y habiendo abierto los cestos hallaron que dentro había champis, que son unas porras, rodelas y otras armas, y admirados dello concibieron mala sospecha, no teniendo a buena señal que las armas viniesen ocultas y más no viniendo a llamamiento del Ynga para guerra pública, porque fuera notoria. Con gran presteza se fueron al Cuzco y lo denunciaron a Achache, que era tío de Huayna Capac y gobernador de Chinchay Suyo, que en aquella sazón estaba en el Cuzco, y mostráronle las armas de todas diferencias que habían hallado en los cestos.
Oído y visto esto por Achache, quedó admirado, no sabiendo ni alcanzado quién o por quién aquellas armas viniesen escondidas, o para qué fin sin sabiduría de nadie, o cómo venía aquella gente de aquella manera. Y, dándole en el corazón alguna traición, con grandísima presteza y diligencia envió gente al camino, que trajesen los cestos que habían quedado, y prendiese los curacas y señores que venían con ellos, y todo esto sin dar parte a su sobrino Huayna Capac, ni a Hualpaya, ni a persona del mundo de lo que sabía. Y traídos ante su presencia los cestos y hallando nuevamente armas, prendió los curacas que con ellos venían, y metiéndolos en un lugar secreto de su casa les dio a gran prisa crueles y terribles tormentos, y vencidos dellos confesaron la verdad del fin que venían y traían aquellas armas, y todo el trato y concierto de Hualpaya y la conjuración e intento que tenían tramado, de lo cual Achache quedó absorto y sin sentido, porque nunca se había imaginado cosa contra Hualpaya, ni alcanzado a saber que él tuviese tal pensamiento, de quitar el señorío a Huayna Capac para sí ni para otro.
Pareciéndole que todo el remedio del daño que se trataba, consistía en la presteza y diligencia, juntando muchos de los deudos de Huayna Capac y de sus criados y allegados, salió de su casa bien aderezado, y fue a prender a Hualpaya, antes que tuviese noticia de la causa a que iba, pero no pudo ser tan secreta su determinación, porque algunas espías o de algunos indios que venían con los curacas presos, que habían venido a darle nueva de la prisión, no tuviese noticia Hualpaya de que su trato era ya descubierto y sabido, y que en entendiéndolo, antes que más se divulgase y juntándose gente se le impidiese, determinó de poner por obra su intento y prevenirlo, matando a Huayna Capac, que estaba a la sazón en Quispi Cancha, bien descuidado de lo que contra él trataba su tutor Hualpaya, en unas fiestas que el mismo Hualpaya le hacía para regocijarle y entretenerle. Ansí con su gente salió Hualpaya a matarle en la misma casa de Quispicancha. Pero, en este tiempo le había llegado aviso a Huayna Capac de su tío Achache, diciéndole que se guardase y saliese presto de allí, porque Hualpaya había tratado de matarle y lo iba a ejecutar. Quedó turbado Huayna Capac, y temeroso de la muerte, oyendo aquello, y sus capitanes que estaban con él, y deudos. Y como en los casos repentinos, como era éste, el primer remedio que ocurre y expediente, ése se ejecuta, no tuvieron entonces otro ni trataron de más que librar la persona de Huayna Capac, y así lo descolgaron por una ventana dando voces: ¡traición! ¡traición! Hualpaya entró con su gente en la casa donde Huayna Capac estaba y hizo grandes diligencias buscándole y como no le halló, y supo que se había descolgado por la ventana, salió a gran prisa a buscarle para concluir su negocio como pudiese, viendo que ya se iba descubriendo. Y Achache, que había ido a las casas de Hualpaya, y no le hallando, venía con su gente adonde estaba Huayna Capac, y como topó a la puerta, con Hualpaya, le embistió con su gente y sin dificutad le prendió diciendo: estas traiciones había de hacer un corcovado contra mi sobrino Huayna Capac. ¿Pensábais, traidor, que no se habían de descubrir vuestros intentos? ya no tienen remedio. Y, hechándole mano, y maltratándole, le llevaron preso a las casas de Capac Yupanqui, con muchos de los suyos que iban con él, y le pusieron grandes guardias porque no huyese, ni sus deudos ni amigos le librasen.
Después de esto, Huaynacapac, juntándose con su tío Achache y con otros deudos suyos, y los más fieles consejeros que tenía desde el tiempo de su padre, comenzó muy de propósito a hacer averiguación contra el traidor de Hualpaya, y los cómplices de su determinación y alzamiento, y hallándole culpado y siendo convencido de su delito y traición, lo mandó matar, y luego se fue prosiguiendo contra los culpados, en los cuales se hicieron memorables castigos. Y en todos los hijos y hacienda del traidor, y lo mismo se hizo en todo el reyno en los cómplices y en los que habían sido sabedores de la conspiración, y muchos dellos se aplicaron para yanaconas de Huayna Capac, el cual desde entonces salió de poder y orden de tutores, y tomó en sí la gobernación de su reino, empezando por sí solo a ejercitarla, pues ya tenía edad bastante para ello.
En empezando tomó por compañero y consejero a Auqui Topa Ynga, hermano de padre y madre, por ser hombre de buen entendimiento y prudencia y valor, y luego tratar de casarse, y lo efectuó, casándose con su hermana de padre y madre, llamada Mama Cusirimay. En su casamiento hizo soberbias fiestas con grandísimo gasto y pompa, llamando a ello de todas las provincias, los gobernadores y señores, para mayor celebración.
Esta Cusirimay murió en Quito, y después se casó allá Huayna Capac con Rahua Ocllo, madre de Huascar Ynga, como se dirá en el capítulo teinta y uno.